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Investigadores de tres países estudian la atmósfera de la Patagonia argentina

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(Enrique Garabetyan) En las últimas cuatro semanas, mientras sobre el suelo argentino se debaten candidaturas y políticas candentes, a 12 mil metros de altitud un sofisticado avión sobrevuela los cielos de la Patagonia y de la Antártida argentina tomando muestras de la atmósfera y haciendo observaciones. Está tripulado por científicos alemanes, chilenos y argentinos que forman parte del “Experimento SouthTRAC” y su objetivo es desentrañar otro fenómeno de calentamiento y destrucción, pero que ocurre en el aire, muy lejos de la tierra: intentan entender en detalle los hoy poco conocidos procesos físicos y químicos responsables del clima en la región y que también influyen en el calentamiento global, el agujero de ozono y otros parámetros atmosféricos aún desconocidos, pero que afectan a todos los habitantes del hemisferio.

“Hace muchos sabemos que América del sur y la península antártica es una de las zona de mayor actividad atmosférica del mundo. Pero también es una de las regiones menos estudiadas por la ciencia”, explicó el doctor Alejandro de la Torre, miembro del Conicet y profesor de la Universidad Austral. De la Torre es uno de los coordinadores argentinos de este ambicioso proyecto internacional que involucra a investigadores de Alemania, Chile y Argentina, especializados en física y química de la atmósfera.

Según De la Torre, “tenemos que estudiar la dinámica de esta zona por varias razones: en la atmósfera hay un “ensamble” de complejos movimientos de masas de aire y existe un fenómeno particular poco conocido, denominado “ondas de gravedad”, que son corrientes pequeñas, de pocos kilómetros de alcance, pero que tienen una incidencia fundamental en la aceleración o freno de la circulación general atmosférica. Por eso entender que ocurre con esta ondas nos permitirá tener mejores pronósticos meteorológicos y conocer lo que pasa con las turbulencias que pueden afectar a los aviones”.

Finalmente, también estudiarán las perturbaciones de la ionosfera, la capa más alta, y de cuya estabilidad dependen muchas comunicaciones ya que allí se reflejan las ondas de radio”.

Para estudiar tanto la física como la química de la atmósfera sureña “se combinan mediciones y observaciones hechas desde estaciones de tierra, imágenes satelitales y -sobre todo- los datos y muestras recopilados por instrumentos científicos instalados en el “Halo”, uno de los aviones de investigación más sofisticados del mundo, que voló desde Alemania y que ahora está realizando, por primera vez, exploraciones en la zona”, detalló el doctor Rafael Fernández, del Conicet, y profesor de la Universidad Tecnológica (UTN) regional Cuyo.

Fernández es uno de los encargados de investigar como se está recuperando otra de las catástrofes ambientales recientes: el agujero de ozono. “Se identificó en 1985 y se relacionó su causa con la alta concentración de moléculas de CFC, vertidas en grandes cantidades por diferentes industrias y productos, como los de refrigeración”, contó Fernández. “Pero cuando se refinaron los cálculos, vimos que el ozono no solo se destruía por la acción del hombre, sino que también influían compuestos naturales, llamados halogenos VSL, que también rompen estas moléculas. Eso es lo que estamos estudiando por medio de SouthTRAC. Es importante porque la capa de ozono aun no se ha recuperado del todo y el agujero afecta especialmente a los argentinos. Además, como ya no se emiten CFCs, entender las causas “naturales” de lo que pasa con el ozono es cada vez más importante.

Finalmente, otro de los “fuertes” de este proyecto multinacional -uno de los pocos que hoy subsisten en la ciencia argentina- es “determinar como se mueven y hacia donde se dirigen masivas cantidades de compuestos orgánicos producidos por la quema de biomasa. Por ejemplo, las partículas generadas hace unas semanas por los incendios de la selva amazónica o de los pastizales de Córdoba” contó el doctor Enrique Puliafito, investigador de la UTN. Según este experto “trazar lo que ocurre con estas moléculas es necesario para entender la contaminación aérea. Y también nos importa porque este hollín puede viajar miles de kilómetros y depositarse en la Antártida o en los glaciares de los Andes, acelerando su derretimiento. Por otra parte, mientras están en la atmósfera, su concentración puede alterar los núcleos de condensación de las nubes y eso altera los patrones de la lluvias. Indirectamente, el SouthTRAC nos ayudará a pronosticar y entender puede pasarnos con nuestras reservas de agua potable para los próximos años”.

Ambición internacional
Decenas de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, de La Plata, de Cuyo, de la UTN Mendoza y del Servicio Meteorológico Nacional se suman a profesionales que llegan desde de prestigiosas universidades de Alemania y Chile y totalizan más de cincuenta científicos que confluyen en uno de los proyectos más ambiciosos -e inéditos- de los que actualmente participa la vapuleada ciencia argentina: Transport and Composition of the Southern Hemisphere Upper Troposphere and Lower Stratosphere (SouthTRAC). “Esperamos comenzar a publicar los primeros resultados de los experimentos a partir del 2020”, dijo De la Torre. “Pero son tantos los datos que estamos recopilando ahora y las conclusiones y modelos físicos y químicos de la atmósfera que iremos ajustando que me parece que podremos seguir obteniendo nuevos conocimientos, papers y conclusiones por todo el próximo lustro”, se entusiasmó Fernández.