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Científicos de todo el mundo ensayan diferentes tratamientos para hacerle frente al coronavirus

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(Enrique Garabetyan) Mientras el número de afectados por coronavirus supera los 85 mil, los fallecimientos llegan a 3000 y el virus asentó sus reales en 51 países, hay otros números menos conocidos, pero más esperanzadores: al día de hoy miles de científicos en instituciones de todo el mundo, están haciendo estudios, ensayos y pruebas para frenar esta patología. Según un recuento de la revista Nature, solo en China ya hay más de 80 ensayos clínicos en marcha. Y los más optimistas -una empresa de biotecnología israelí- prometieron comenzar a testear su vacuna en un lapso de tres meses.

Intentando ordenar esta avalancha de expertos deseosos de poner mano en los tubos de ensayo y -eventualmente- dar con un amplio filón económico; hace apenas tres semanas la OMS convocó a un foro con 400 científicos de todo el mundo para intentar coordinar el formato y los parámetros de calidad de investigaciones diversas que abarcan desde vacunas a kits de diagnóstico, pasando por los efectos de drogas antivirales aun experimentales, hasta los algoritmos de contagio y como enfrentar las fake news. Inclusive, estudian el aporte de hierbas medicinales ancestrales usadas por campesinos chinos contra las infecciones.

“Conociendo el genoma del virus, llegar a una vacuna no es tan complejo”, dijo el investigador del Conicet Hugo Luján, director del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (CIDIE). “La clave es identificar las glicoproteínas externas del virus que logran que el sistema inmune cree anticuerpos “neutralizantes” efectivos. Claro que, a veces, los virus generan anticuerpos, pero éstos no logran neutralizarlo. Entonces hay que inducir mutaciones en el laboratorio hasta lograr que despierte anticuerpos eficientes”. Según Luján, aunque estas investigación llevan tiempo, en casos urgentes como el actual y con recursos adecuados, todo el proceso puede hacerse en semanas. “Estoy seguro de que ya hay laboratorios induciendo estas modificaciones. Pero el problema viene después, porque tras la teoría hay que hacer ensayos reales, con animales y personas. Todo esto puede costar US$ 1500 millones y tomar años”.

De la misma manera piensa el médico Hugo Dibarboure, gerente de asuntos públicos del laboratorio Sanofi Pasteur. “Cuando es un agente infeccioso nuevo, como pasa con este, el proceso de desarrollar una vacuna es largo: los investigadores deben encontrar un prototipo prometedor lo que implica identificar proteínas virales capaces de desatar una respuesta adecuada, algo que puede llevar meses. Ya con esos antígenos se puede empezar a trabajar y planificar ensayos de seguridad y de eficacia en animales y personas. Todo eso antes de que los organismos regulatorios aprueben un producto. Suele llevar años y requerir grandes inversiones”.

Otro camino posible es el uso de drogas antivirales. Según Nature se analizan los efectos de una combinación de lopinavir y ritonavir, usados para tratar el VIH/Sida y que mostrado algunos resultados positivos cuando fueron probados contra el SARs y el MERs.

“Tiene lógica probar antivirales, aunque hasta ahora no apareció ningún estudio con resultados concluyentes”, explicó la infectóloga Cristina Freuler, Jefa del Departamento de Medicina Interna del Hospital Alemán y docente de infectología en la Universidad Austral y la UCA. “Lo usual es probar antivirales conocidos para ver tienen efecto. Justamente esta familia de moléculas abundan en los tratamiento de VIH y por eso son candidatos a ser ensayados”, agregó.
Luján citó estudios recientes del Journal of Biological Chemistry que muestran que “aparentemente ya hay algunos antivirales experimentales, como el remdesivir, que están siendo usados en China y podrían ayudar”.

De todos modos, el experto resalta que, sean vacunas o antivirales, la industria farmacéutica no va a comenzar a producir tratamientos en gran escala hasta que se determine en detalle el costo–beneficio, en base al impacto real sobre la salud pública que tenga el coronavirus. “Hasta hoy, los datos epidemiológicos indican que es una afección menos peligrosa que la influenza o gripe común. Aunque, claro, eso puede cambiar, destacó Dibarboure.

Tal vez por eso Freuler recomendó que, mientras se sigue investigando, “lo mejor que podemos hacer es recurrir a las medidas de prevención efectivas: el lavado permanente de manos y, en caso de síntomas, hacer una consulta médica inmediata”.