En estos días se conmemora la Semana Mundial de Concienciación sobre el buen uso de los medicamentos antimicrobianos.
En el año 1928, el bacteriólogo escocés Alexander Fleming detectó que un hongo, el Penicillium notatum, tenía la capacidad de inhibir el desarrollo de ciertas bacterias (antibiosis) y denominó a la substancia responsable ‘penicilina’.
Este fue el primer antibiótico descubierto y, desde entonces, se han desarrollado muchos otros contra múltiples bacterias productoras de enfermedades en los seres vivos. Se trata, sin dudas, de uno de los grandes avances de la medicina.
Las infecciones pueden ser causadas por dos tipos de agentes: las bacterias y los virus. La mayoría de las bacterias no causan daño y pueden ser beneficiosas para la salud, como la flora bacteriana de los intestinos (microbiota intestinal).
Sin embargo, otras puede ser nocivas y provocar enfermedades cuando invaden el organismo. De estos dos tipos de agentes infecciosos, solamente las bacterias -y no lo virus- son combatidas con antibióticos.
En la práctica médica, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EE.UU., entre un tercio a dos tercios de las indicaciones de antibióticos realizadas por los médicos son inadecuadas; sea porque no es necesario indicarlo, porque el antibiótico elegido no es el adecuado para el germen infectante o, porque la dosis y la duración del tratamiento no son correctas.
En tiempos de Covid-19 cada vez más pacientes se automedican con antibióticos
En el contexto actual de la pandemia por el Covid-19 hemos podido observar, además, que muchos pacientes se automedican con antibióticos -principalmente cuando presentan episodios de fiebre inespecíficos- por temor a concurrir a la consulta médica y contagiarse. Creen que, ante ciertos síntomas, deben recibir antibióticos y esto los lleva a ejercer una fuerte presión sobre los médicos para lograr su indicación, obteniendo así una falsa sensación de seguridad.
Problema en crecimiento
La resistencia a los antibióticos es un problema que va en aumento y los organismos internacionales consideran a esta situación como uno de los problemas de salud pública más preocupantes en la actualidad. Es por ello que no deben administrarse antibióticos si no hay una infección bacteriana cierta. No obstante, es frecuente observar en la práctica diaria que se indican antibióticos ante cuadros que habitualmente son producidos por virus, como resfríos, faringitis, bronquitis agudas o laringitis.
Además de los efectos adversos que cualquier medicamento puede producir (alergias, alteración de la flora normal del organismo y diarrea, sobreinfección vaginal por hongos, etc.) cuando el uso de antibióticos no es el correcto puede aumentar las posibilidades de generar resistencia de las bacterias. Luego, cuando las bacterias resistentes son más difíciles de tratar, requiriendo cada vez antibióticos más complejos, puede que no contemos con ningún antibiótico que sea útil para la infección que estamos enfrentando. Esto conduce a cuadros muy graves -como las infecciones producidas por estafilococos o bacterias intestinales multirresistentes- que ponen en peligro la vida de los pacientes.
Hoy, la única indicación necesaria es fomentar el buen uso de los antibióticos con información dirigida a los profesionales de la salud y, especialmente, alertar a la población general sobre los peligros de un uso inadecuado.
Por Dr. Daniel Grassi, Director del Departamento de Posgrado de la Facultad de Ciencias Biomédicas – Universidad Austral. Director Departamento de Medicina Interna Hospital Universitario Austral