Cerca de 2.000 especies de insectos ya son consumidas por humanos. Y esto puede ayudar a combatir el cambio climático.
Brochetas de grillos o paletas de escorpión son solo algunos de los productos exóticos que ya se empiezan a encontrar en establecimientos de algunos países con más asiduidad. También en restaurantes con estrella Michelin los insectos comestibles se van incorporando en platos de la carta.
Además, algunas empresas han introducido productos con insectos en algunas grandes superficies. El hecho es que hay 1 millón de especies de insectos, que representan el 80% del reino animal, y 2.000 de estas son consumidas por millones de personas en todo el mundo.
Los expertos estiman que los insectos, gracias a sus componentes nutritivos, se pueden convertir también en un instrumento para combatir el cambio climático en el tránsito hacia un sistema alimentario más sostenible.
Así lo expusieron en una conferencia sobre alimentación saludable y sostenible Anna Bach, profesora del Área de Nutrición de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Marta Ros, dietista y doctoranda de la UOC, que presentó los resultados preliminares de su tesis sobre la proteína de insecto como proteína alternativa.
Ros recuerda que las especies de insectos son consideradas de origen animal, como la carne, el pez y los huevos, que proporcionan proteínas, grasas y nutrientes muy valiosos. “Aun así, solo se han creado algunas especies de insectos para el consumo, si bien en algunos países, como los asiáticos, el consumo de insectos es un comportamiento dietético con una larga historia; en China, por ejemplo, su consumo se remonta a 2.000 años atrás“, comenta la dietista.
Se consumen insectos en China, África, Centro y Sudamérica, México y Australia
También se comen insectos en otros lugares de África, Centro y Sudamérica, México o Australia. La cría de insectos para el consumo humano “parece dar beneficios muy interesantes”, apunta Ros.
Menos contaminación
En cuanto al medio ambiente, su valor añadido es la reducción de la contaminación, una disminución en la emisión de los gases de efecto invernadero y un requerimiento inferior de agua. Por esta razón se concluye que “la cría de insectos para el consumo humano deja una huella ecológica menor, sobre todo en comparación con la ganadería convencional”. Para Ros, los principales obstáculos que puede haber para que aterrice en las cocinas occidentales son “la aceptabilidad y su seguridad alimentaria”.
Según los estudios mencionados por Ros, de los insectos se puede aprovechar más que de otros animales. Se puede comer un 80% del cuerpo de los grillos, en comparación con un 55% de las aves y un 40% de los cerdos y la ternera.
Otro indicador que juega a su favor es la conocida como feed conversion ratio, que es la cantidad de kilos de alimento necesarios para obtener el peso del animal. “Los insectos son de sangre fría —explica Ros— y no tienen que metabolizar los alimentos para mantener su temperatura corporal, a diferencia de otras especies; esto hace que sean muy eficaces en su producción como alimento”.
El agua necesaria para producir el producto también es inferior; igualmente, generan menos gases de efecto invernadero, y la ocupación de espacio en granjas es, al mismo tiempo, menor. De hecho, hay empresas que están desarrollando granjas de insectos que se pueden tener en casa.
En 2020 un informe internacional concluyó favorablemente sobre su valoración nutricional.
No son tóxicos
En lo que se refiere a la toxicidad, los insectos no representan ningún problema para la seguridad, si bien se pueden producir reacciones alérgicas, como pasa con los crustáceos y los ácaros del polvo. Desde la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) también se ha establecido que los insectos forman parte de la vida de más de un millón de personas en el mundo.
“La cría de insectos es una industria creciente, puesto que nuestros hábitos dietéticos están cambiando rápidamente y la voluntad del consumidor es probar cosas nuevas; por lo tanto, aumenta su consumo, no tienen la poca aceptabilidad de generaciones anteriores”, destaca Ros.