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Tuberculosis: el regreso de un clásico que mata a 4.100 personas por día

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  • Otra consecuencia de la pandemia: los afectados con esta antigua patología no tuvieron diagnóstico o abandonaron el tratamiento.
Amedida que la “ola” provocada por el “tsunami” Covid-19 se retira lentamente, las autoridades de salud de todos los países comienzan con la difícil tarea de control de daños en materia de prevención y atención de otras enfermedades. Y el caso de la tuberculosis en Argentina es un triste pero fiel resumen de lo que pasó en la sanidad desde que la OMS declaró la pandemia.

Un informe -publicado hace apenas un par de semanas por el Ministerio de Salud de Nación- confirma que “en Argentina, [la tuberculosis] continúa siendo un importante problema de salud pública que compromete sobre todo la vida de jóvenes, sus familias y comunidades. Globalmente, el impacto de la pandemia ha generado muchas dificultades en enfermedades crónicas. Respeto a la tuberculosis (TB) se destaca la pérdida de seguimiento de pacientes, complicaciones para personas que sufrieron de ambas infecciones y la disminución en la notificación de nuevos casos, algo que se manifiesta en detecciones tardías de personas con enfermedad grave y avanzada, algunas veces irreversibles”.

Esa misma situación es la que detectan los médicos que atienden estos casos. “Si bien manejamos un números de pacientes similar a los que se trataban antes de la pandemia, ahora vemos una importante diferencia: los casos que diagnosticamos nos llegan con un grado de enfermedad mucho más avanzado”, dijo el doctor Matías Scafati, jefe de la Unidad de Internación de Neumonología del Hospital Tornú. Y agregó: “la experiencia del consultorio es que hay un atraso significativo en los diagnósticos. Por eso ahora llegan con cuadros mucho más graves y avanzados que hasta hace algunos años. Incluso estamos detectando situaciones que ya no se veían, como meningitis tuberculosa”.

HISTORIA
Es cierto que la incidencia de la tuberculosis suele ir de la mano de la situación económica y social del país. “En Argentina. desde el 2000, las estadísticas indican que los casos reportados de TB fueron bajando año tras año, al menos hasta el 2014”, rememoró para NOTICIAS la doctora Laura Lagrutta, pediatra especializada en neumonología infantil que trabaja en el Instituto de Tisioneumonología “Prof. Dr. Raúl Vaccarezza”. Pero en esa época la tendencia se revirtió y comenzó a subir lentamente. La explicación de los expertos se basa en que “el avance de la TB suele ser un indicador que copia muy de cerca la evolución de la pobreza”, completó Lagrutta que también es miembro de la Asociación Argentina de Medicina Respiratora (AAMR).

¿Y qué pasó durante la pandemia de Covid-19? “Nos complicó lo que ya venía ocurriendo. Pese a que se verificó el particular fenómeno de que durante 2020 las notificaciones cayeron en forma importante, creemos que esa disminución se debió muchos pacientes con TB simplemente no accedieron al diagnóstico y otros no sostuvieron el tratamiento”, agregó la experta.

En el informe del Ministerio de Salud antes mencionado se detalla que “tras el surgimiento del Covid-19 se produjeron varias olas de contagios de diversa magnitud y gravedad. Y si bien la pandemia afectó todos los ámbitos de la vida, su impacto ha sido profundo en los grupos vulnerables, como es el caso de los pacientes con tuberculosis”. El estudio -presentado por el doctor Hugo Feraud, director de la Oficina encargada de Control de Enfermedades Transmisibles- detalla que “la notificación de casos de TB en 2020 se había visto reducida un 14% respecto a 2019. Pero, de acuerdo a la información provisoria de 2021, la notificación aumentó un 13,8% por sobre la de 2020”.

Un punto en el que los profesionales consultados coinciden es que -si bien históricamente ha sido caracterizada como una clásica enfermedad asociada a la pobreza, no es exclusiva de esa situación social. “De hecho”, destacó Lagrutta, en los últimos años también se está registrando un resurgimiento de casos de TB en EE.UU. y en varios países de la Europa desarrollada“. Este fenómeno epidemiológico se debe a un conjunto de razones: en parte, a la migración de personas desde las regiones geográficas de mayor pobreza que llegan ya contagiadas al “primer mundo”. Pero también juegan su papel las tendencias demográficas que explican muchos casos de pacientes “ricos” pero añosos. Y cada vez más casos de personas con problemas inmunológicos (VIH), oncológicos y transplantados que tienen bajas sus defensas y eso le abre la puerta al bacilo de la TB.

La idea central que se desprende de este hecho es que las personas con cierta sintomatología (tos por más de 15 días (puede ser con sangre), baja de peso, sudoración nocturna e inapetencia y fiebre), deberían hacer una consulta y el profesional debería sospechar una TB e indicar los estudios específicos para diagnosticarla o descartarla.

En ese sentido, también hay un camino a recorrer. Según Lagrutta, “los clínicos deberían estar muy atentos: en los hospitales especializados en enfermedad infecciosas, se detecta enseguida, pero a veces nos llegan pacientes derivados después de que sus médicos les dieran varios tratamientos con diversos antibióticos sin que la infección mejorara. Simplemente no era la medicación adecuada porque no sospecharon una TB“, explicó la neumonóloga.

¿Cuál es el grupo etáreo más afectado? Sin duda, el que va entre los 20 y los 44 años, conjunto que se “queda” con el 84% de los casos diagnosticados entre la población en edad productiva. Pero Scafati llamó la atención sobre un punto inquietante: “también hay una alta incidencia en menores de 20 años que comprenden el 17% de los casos de TB y que corresponden a niños y adolescentes. Se trata de un grupo especialmente vulnerable sobre todo, los más chicos, porque no tienen sus sistemas inmunes plenamente desarrollados y por lo tanto si padecen tuberculosis, aunque luego se traten, pueden quedar con secuelas incapacitantes de por vida”.

Otro de los “debes” que tiene esta antigua enfermedad son los tratamientos. Tras el diagnóstico se receta una combinación de cuatro antibióticos que deben ser tomados por el paciente normalmente durante un período de seis meses. El largo tiempo y algunos típicos efectos secundarios de estas drogas hacen que haya una considerable falta de adherencia y muchas personas los abandonan antes de finalizar.

Ese fenómeno, puede, además, estimular otras complicación: el aumento de la presencia de ciertas cepas del bacilo que son capaces de resistir el ataque de los antibióticos comumes. “Por ahora”, según Lagrutta,”el porcentaje de nuevos diagnósticos de bacilos resistente a los tratamientos es relativamente bajo. En el mundo ronda el 3,5 % y en Argentina es aún menor, alrededor del 1,8 % de los casos”. Pero los expertos sospechan que es posible que exista un subregistro de pacientes con resistencia. “A veces consideramos que la persona con TB no se cura porque no sigue bien el tratamiento. Pero también es posible que sí tome la medicación y ésta no esté haciendo efecto”.

Claro que ideal sería desarrollar alguna vacuna preventiva. Si existe -desde hace ya muchísimo años- la famosa BCG. Sin embargo, los expertos admiten que su eficacia no es la mejor. Los datos indican que reduce el riesgo de contraer la enfermedad en un 50% y minimiza la muerte en un 71%. Por eso la OMS propuso en su último documento sobre esta enfermedad, que “es necesario catalizar la inversión y la acción para acelerar el desarrollo de nuevas herramientas, especialmente de nuevas vacunas contra la tuberculosis”.

Enrique Garabetyan
Twitter: @egarabet

El regreso de una patología clásica: la tuberculosis

 

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