Hugo Luján, director del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas de Córdoba, afirma que “en el corto plazo, un medicamento antiviral puede ser más útil que una vacuna”.
La pandemia de COVID-19 ha impulsado una carrera científica para comprender la estructura y función del coronavirus SARS-CoV–2 a fin de desarrollar nuevos medicamentos.
“En el corto plazo, desarrollar una droga contra el virus puede ser más útil que una vacuna, que requiere más tiempo”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir el doctor en bioquímica Hugo Luján, director del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (CIDIE), que pertenece al CONICET y a la Universidad Católica de Córdoba (UCC).
El SARS-CoV-2 es nuevo y ataca a las células de una manera novedosa. “Por esta razón, el estudio molecular de este patógeno y las proteínas humanas a las que se pega para infectar y multiplicarse es fundamental para identificar blancos terapéuticos y así desarrollar medicamentos específicos”, afirmó Luján.
Días atrás, la revista Science publicó un artículo de un grupo de investigadores de la Universidad de Lübeck, en Alemania, quienes decodificaron la arquitectura tridimensional de la principal proteasa del nuevo coronavirus, una proteína clave para su multiplicación. Fármacos inhibidores que se unan a esa molécula podrían impedir su función.
Pero como también va a requerir tiempo, en la actualidad también hay estudios en marcha para evaluar si medicamentos ya aprobados para otras infecciones y enfermedades pueden retrasar el avance del virus en los pacientes, de modo tal de limitar complicaciones en el corto plazo.
El megaensayo clínico Solidarity, lanzado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del que va a participar la Argentina, pondrá a prueba cuatro tratamientos: remdenavir, un antiviral diseñado contra el Ébola; cloroquina e hidroxicloroquina, dos antipalúdicos que también se usan para la artritis reumatoidea; ritonavir/lopinavir, una asociación para el VIH; y ritonavir/lopinavir más interferón-beta, un regulador de la respuesta inflamatoria.
“Son enfoques interesantes, porque al tratarse de fármacos con años y hasta décadas de uso, podrían aprobarse para esa indicación de forma más temprana. Sin embargo, hay que ser muy cautos ya que sus efectos colaterales en pacientes debilitados por CoVID-19 deben ser evaluados en profundidad”, indicó Luján.
En cambio, el científico cordobés se mostró en desacuerdo con algunas pruebas de vacunas que se están desarrollando en diversas partes del mundo.