En esta pandemia de Covid-19 la evidencia disponible crece cada día a una velocidad inédita. Un estudio reciente, publicado en la revista Science, concluyó que el virus podría llegar al intestino, infectarlo y -allí mismo- reproducirse. Esto significa que el pulmón no sería el único órgano propenso a ser atacado. Y, eventualmente, esto podría traducirse en diferentes métodos diagnósticos, tratamientos y medidas de prevención.
Este hallazgo abre la puerta a nuevos interrogantes: ¿qué podemos hacer para cuidar nuestro intestino y prepararlo para una eventual infección por coronavirus?, ¿cómo deberíamos tratar una afección intestinal causada por este virus?, ¿este descubrimiento permitiría desarrollar nuevos métodos de diagnóstico?
“El estudio, realizado por un grupo de investigadores holandeses y publicado el 1 de mayo de 2020, demostró que el virus SARS-CoV-2 es capaz de infectar células epiteliales intestinales y causar la enfermedad llamada COVID-19”, explica el biólogo e investigador del Conicet Gabriel Vinderola.
La doctora en Nutrición y directora de la Carrera de Especialistas en Nutrición Clínica (UBA) Marina Torresani amplía la información: “La entrada del coronavirus a las células se produce mediante su unión a un receptor llamado ECA2 (enzima convertidora de angiotensina 2). Si bien este receptor está presente en las células epiteliales del árbol respiratorio, se encuentra en mayor proporción a nivel intestinal (en el íleon y colon). Por eso es que muchas personas que presentan la enfermedad (aproximadamente el 60%) han manifestado sintomatología gastrointestinal, tales como nauseas, vómitos y diarreas. A su vez se ha observado generalmente que estos pacientes presentan cuadros más severos de la enfermedad”.
De este trabajo surge una incógnita: ¿esto ocurre solo en el intestino o podría también darse en otros órganos, aunque aún no se sepa? “El estudio hecho en Holanda, donde se podía ver claramente una foto del coronavirus adherido a las células epiteliales intestinales, sugiere que esos síntomas intestinales se deben a que, de alguna forma, el virus puede llegar al intestino. Todavía no se sabe de qué forma. Por lo tanto, todos los órganos que tengan la enzima ACE2 como receptora de sus células son potenciales blancos del coronavirus, explica Vinderola.
¿Qué implica este descubrimiento en términos de tratamiento, prevención, diagnóstico y pronóstico?
Los expertos aclaran que si bien esta evidencia es preliminar, “si estos datos se confirman, se podrían hacer nuevas recomendaciones de prevención y también nuevos pronósticos de la enfermedad. Se podría hablar del papel terapéutico de la modulación de la microbiota en el Covid-19, por ejemplo”, arriesga Torresani. A lo que Vinderola agrega: “El hecho de confirmar que el SARS-CoV-2 utiliza la proteína ACE2 para ingresar a las células e infectar, permite saber cuales son los órganos a proteger, o sobre los cuales actuar. En particular, tanto el árbol respiratorio como el intestino poseen una capa de microorganismos llamados microbiota. La microbiota podría interponerse entre el virus y las células epiteliales, por lo que se empezó a pensar cuál es el rol de la microbiota en la infección”.
El rol de la microbiota
Según la evidencia disponible un intestino, o más bien, una microbiota en desequilibrio sería más propensa a infectarse de Covid-19 o a verse afectada con un mayor nivel de gravedad. Con la confirmación de este dato podríamos “preparar” a nuestra microbiota para que, en caso de infectarse, pudiera dar batalla “equipada” de la mejor manera posible.
Vinderola explica que a mayor edad, la microbiota es menos diversa. Al ser menos diversa, ofrece menos resistencia, menos barrera a cualquier infección, e incluso potencialmente la de este virus. “Por supuesto que los virus se adhieren a receptores específicos, pero seguramente una microbiota más abundante y espesa, puede ejercer una barrera para, al menos, moderar o suavizar la infección”, aclara.
La alimentación, un factor clave en la prevención del coronavirus
A partir del descubrimiento de que el Covid-19 podría infectar el intestino y que una microbiota saludable nos posicionaría mejor frente al virus, podríamos suponer que alimentarnos de determinada manera podría ayudarnos a prevenir una reacción severa en caso de contraerlo.
Torresani afirma que es lógica la recomendación de los investigadores respecto de la incorporación de pro y prebióticos en la alimentación para corregir el desequilibrio intestinal y así disminuir el proceso inflamatorio y el riesgo de infecciones.
“Sería recomendable consumir alimentos ricos en fibras (legumbres, verduras y frutas)
Los probióticos son microorganismos vivos, que, administrados en cantidades adecuadas, ejercen un efecto benéfico para la salud: permiten modular la microbiota intestinal, mejorar los síntomas gastrointestinales y evitar las complicaciones digestivas en los pacientes. Entre ellos se encuentran algunos productos lácteos fermentados, como yogures con probióticos.
Los prebióticos son el sustrato utilizado selectivamente por los microorganismos del huésped y también confieren un beneficio para la salud. Por ejemplo, la inulina y los fructoologosacáridos presentes en verduras, frutas, cereales integrales y legumbres, y los galactooligosacáridos, presentes en la leche materna.
Vinderola se suma a la aseveración de Torresani y agrega: “Sería recomendable consumir alimentos ricos en fibras (legumbres, verduras y frutas), ya que a partir de la fermentación de los mismos en la microbiota intestinal se produce ácido butírico (ácido graso de cadena corta), un potente antiinflamatorio natural. También es importante sumar alimentos fermentados y probióticos, como bien dice Torresani”.
Los alimentos fermentados, como el yogur o el kéfir, proveen ácido láctico, otro potente agente antiinflamatorio, y microorganismos que podrían contribuir a repoblar, aunque sea de forma transitoria, a la microbiota intestinal. Los probióticos, en particular, que se encuentran en ciertos yogures, son microorganismos definidos y seguros, de identidad conocida, con estudios clínicos de eficacia que demuestran su seguridad y capacidad de ejercer efectos benéficos en el intestino.
¿Cuál es la diferencia, entonces, entre consumir yogur y kéfir?
Vinderola explica que tanto el yogur como el kéfir son alimentos fermentados, pero mientras el primero tiene una composición microbiológica definida y constituida por microoganismos seguros, el kéfir es una asociación compleja de bacterias y levaduras, de composición a priori no conocida y variable a lo largo de los subcultivos de los gránulos con los cuales se produce. El consumo de yogur, en cambio, por la identidad y seguridad de las dos bacterias que lo componen, representa una gran opción para incorporar alimentos fermentados a la alimentación y su consumo puede arrancar en cualquier etapa de la vida a partir del primer año.
Con la nueva evidencia científica que va saliendo a la luz cada día, al coronavirus lo vamos conociendo de a poco. Y si bien hay avances y retrocesos, porque así funciona la ciencia, hay algunas certezas que nos ofrecen alternativas para prevenir y prepararnos para enfrentar esta pandemia. La alimentación es una gran aliada en este sentido. Hábitos saludables pueden ayudarnos a mantener a nuestra microbiota en equilibrio y, así, estaremos en mejor condiciones de ganarle a este nuevo enemigo invisible que es este nuevo virus.
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