Al igual que otros órganos del cuerpo, el oído también se ve afectado por el envejecimiento. Alrededor del 25% de las personas de más de 65 años tienen algún problema auditivo. El porcentaje aumenta a un 80% en las que son mayores de 80 años.
Según un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 5% de la población mundial padece envejecimiento auditivo, entre ellos se encuentran aproximadamente 328 millones de adultos.
A partir de los 40 años las personas comienzan a perder audición por un proceso natural llamado presbiacusia. Suelen no notar los síntomas inmediatamente ya que el proceso es lento y progresivo. Afecta primero a la percepción de las frecuencias agudas por lo cual, una vez desarrollado, genera dificultades para entender el habla, especialmente en ambientes ruidosos.
El déficit auditivo no solo afecta a la percepción y entendimiento del habla, sino que también condiciona el nivel de participación social. La comprensión por parte del entorno es importante, ya que, en caso de no contar con ella, esta condición puede terminar provocando
problemas psicológicos como ansiedad, depresión, aislamiento y soledad.
Teniendo en cuenta esta realidad, es importante considerar diferentes maneras de incluir a las personas que presentan este cuadro clínico.
Por ejemplo, los adultos mayores con disminución auditiva relacionada con la edad suelen seguir razonablemente las conversaciones privadas en un lugar silencioso. La dificultad se encuentra cuando deben interactuar en ambientes más ruidosos o transitados. Es por eso que
al momento de querer integrarlos al diálogo, el tipo de lugar en el que se encuentren es un factor a tener en cuenta.
Si bien la pérdida auditiva por el envejecimiento no es reversible, pueden tomarse ciertas medidas para ayudar a las personas que posean esta condición.
El hablar claro y pausado son dos cuestiones que las benefician, dándoles tiempo de incorporar el sonido y decodificar el mensaje, para así luego poder responder frente a ello.