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Contra la pandemia: un programa de vigilancia logró controlar los eslabones “invisibles” de la cadena de contagio

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El infectólogo Favio Crudo de la ONG Mundo Sano en el Hospital de San Antonio de Areco.
El infectólogo Favio Crudo de la ONG Mundo Sano en el Hospital de San Antonio de Areco.

Como funciona el sistema epidemiológico que permitió sofocar los brotes de coronavirus en San Antonio de Areco.

(Enrique Garabetyan) A principios de marzo el municipio de San Antonio de Areco, aun sin infecciones de coronavirus, comenzó a preparar un plan para afrontar la pandemia. Aparte de reforzar el número de camas y conseguir respiradores, y con el asesoramiento de investigadores de la ONG de salud Mundo Sano, diseñaron un plan de vigilancia y control epidemiológico que incluyó desde análisis de riesgo personalizados a testeos usando “pools” y se apoyaron en una eficaz campaña de rastreo de contactos para identificar posibles portadores asintomáticos y aislarlos. Con esfuerzo lograron controlar los brotes y -pese a estar a unas decenas de kilómetros del AMBA- disfrutan de la Fase 5 de cuarentena, cercana a una vida normal.

“El programa lo empezamos a diseñar en marzo, con el equipo de salud de San Antonio de Areco y las ONGs Mundo Sano y la Asociación para el Desarrollo Sanitario Regional (AdeSaR). Luego sumamos al Laboratorio de Virología del Hospital de Clínicas de la UBA”, explicó el médico infectólogo Favio Crudo, miembro de Mundo Sano. “Y pensamos en un abordaje integral: desde el tratamiento clínico de los pacientes, a lo epidemiológico, armando procedimientos para hacer seguimiento y “apagar” los brotes en el menor tiempo posible”.

Como el objetivo era evitar casos o, eventualmente, enlentecer al máximo los contagios, decidieron hacer vigilancia epidemiológica intensiva, especialmente en los grupos de riesgo de contagio. Entre ellos el personal de salud y quienes atienden en geriátricos y hogares. “Nos concentramos en trazar, identificar y aislar los denominados “eslabones invisibles” de la cadena de contagio que son los portadores asintomáticos“, detalló. Esto se vuelve esencial ya que muchas veces ese personal es “pluriempleado” y trabaja en varias instituciones lo que los vuelve vectores ideales.

“Nos concentramos en identificar y aislar los denominados “eslabones invisibles” de la cadena de contagio”

“Como también hay limitaciones de recursos tuvimos que hacer una selección de a que profesionales controlar y finalmente armamos un grupo de 170 personas a las que se les hace un hisopado semanal, y se los testea tengan, o no, síntomas“, detalló Crudo.

Si bien lo ideal sería hacerlo diariamente ese objetivo es imposible. Pero al hacerlo en forma semanal, aislarlos rápidamente y testear a sus contactos estrechos, aún los asintomáticos, en términos estadísticos lograron, pudieron disminuir los contagios. “Logramos dar con muchos “eslabones transparentes”, resumió el infectólogo.

Otro punto clave fue el rastreo y testeo de todos los contactos de cada caso. “Esto fue básico, ya que es una patología en la que, en el 80% de las personas no percibe los síntomas”. Y recordó que en un momento un verdulero dio positivo: “inmediatamente pusimos un equipo para rastrear a todas las personas que habían comprado en la verdulería o estado con esa familia en las dos semanas anteriores. Rastreamos 250 clientes y caracterizamos su riesgo. Si pasaba ciertas especificaciones, también lo hisopábamos. Con esa búsqueda sistemática rastreamos 18 casos, los aislamos y pudimos apagar el brote”.

El rastreo no es un tema menor: las preguntas se hacen en forma ordenada y repetida, y las repiten al menos tres trazadores diferentes. En el caso de San Antonio en estos equipos incluyeron a médicos y personal de salud que, por razones particulares (edad, enfermedades) no atienden público. De esa manera optimizaron recursos.

Finalmente, para seguir a todos los enfermos con sintomatología respiratoria leve habilitaron una línea telefónica y una app de auto-seguimiento de salud para smartphones, que se conecta por Internet a una central que automatiza el seguimiento. “Si se dispara alguna alarma por algún síntoma, nuestros médicos llaman al paciente para ver que pasa”.

“Con todo esto logramos permanecer en fase 5, o sea normalidad con algunas limitaciones, pese a estar a pocos kilómetros del AMBA”, resumió Crudo. Y concluyó: “por ahora tenemos una vida casi normal y estamos ganando tiempo y salvando vidas, mientras avanzan los nuevos tratamientos o se acerca la vacuna”.

Innovación en el testeo en “pool”

Hacer test sumando muestras en “pools es una técnica antigua que puede usarse para ahorrar en costos, reactivos, o tiempo de laboratorio. O sea los recursos escasos”, explicó Crudo. “Nosotros lo hacemos para hacer rendir más el tiempo de los técnicos y cuadruplicamos su rendimiento. Pese a la distancia hoy estamos identificando cada caso positivo y comenzando a buscar eslabones “transparentes” en menos de 36 horas”.

“Para trabajar con los profesionales de San Antonio de Areco validamos un protocolo en el laboratorio de Virología del Hospital de Clínicas que fue innovador: incluye tomar muestras de boca y nariz de cada persona usando un único hisopo. Esto permitió ahorros interesantes ya que son elementos importados y difíciles de obtener”, explicó el doctor Marcelo Rodríguez Fermepín, profesor de Microbiología Clínica en la Facultad de Farmacia de la UBA. “Pero además, para eficientizar el tiempo de los técnicos, extraemos el ARN una sola vez y procesamos en simultáneo muestras de cuatro personas. Eso disminuye costos, sin alterar sustancialmente la sensibilidad de cada detección”, detalló. Estos aprendizajes son básicos porque “para extender estos programas de vigilancia masivamente hay que subdividir las zonas geográficas e incrementar mucho la capacidad de testeo”, concluyó Crudo.