Más de cien especialistas en salud pública de todo el mundo se reunieron esta semana en Buenos Aires en un evento médico dedicado a analizar una situación particular cada vez más riesgosa: el mal uso de los antibióticos está haciendo “aumentar” la resistencia bacteriana a estas moléculas, de manera que muchos de los medicamentos básicos recetados a diario por los médicos para curar infecciones están literalmente dejando de ser efectivos.
A tal punto llega esta situación que, según la OMS, las infecciones bacterianas “resistentes” ya son responsables de 1,3 millones de muertes por año en forma directa y se asocian a otros 5 millones de muertes relacionadas con esta problemática. Estos números son altísimos si se considera que ya implican más fallecimientos que los causados anualmente por VIH, tuberculosis y malaria, combinados.
El problema se trató durante la 4ª Reunión de la Red de Centros Colaboradores de Vigilancia y Evaluación de la Resistencia Antimicrobiana de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se hizo esta semana en Buenos Aires y convocó delegados de todo el mundo. Durante la conferencia de prensa final, Kitty van Weezenbeek –directora de Vigilancia, Prevención y Control de la Resistencia a los Antimicrobianos de la OMS–, explicó que “el problema es que ya tenemos evidencias sólidas de que hay un alto nivel de resistencia de diferentes patógenos a los antibióticos llamados de ‘primera línea’. Entre las infecciones más comunes en las que se encuentran bacterias ‘resistentes’ están las urinarias y las de la sangre”. Otro ejemplo que describe estas situaciones es el de las bacteriemias e infecciones urinarias causadas por la “popular” bacteria Escherichia coli. En diversos estudios globales se verificó que estas ya tienen niveles de resistencia a los antimicrobianos más utilizados que varía entre el 10% y el 20%, por lo que el riesgo de que se produzca un “fracaso” terapéutico es muy alto.
¿Cuál es la razón de esta tendencia?
Según los expertos el problema es el mal uso: frecuentemente se recetan, a veces por pedido de los propios pacientes, antibióticos de amplio espectro. O, incluso, cuando la infección es de origen viral y estas familias de medicamentos no tienen ningún efecto. También la automedicación, ya que es un remedio “fácil” de conseguir en las farmacias, pese a que su venta debe ser hecha bajo receta. Y finalmente su uso en la industria de la producción animal como “promotores” de crecimiento.
Los inconvenientes a futuro pueden agravarse ya que, según la experta de la OMS, “a la industria farmacéutica el desarrollo de un nuevo antibiótico le lleva de 10 a 15 años. Y, además, buena parte de los laboratorios que se dedicaban al tema atraviesan severos problemas financieros ya que no es un área médica que facture ‘tan bien’ como otras”.
Los expertos enfatizaron un dato esencial: estos fármacos deben ser usados de manera responsable porque podría ocurrir que desarrollemos nuevos antibióticos innovadores pero apenas esos fármacos salgan al mercado, otra vez volverá la carrera biológica con los patógenos.
Enrique Garabetyan