Un equipo liderado por la arqueóloga Clarisa Otero, descubrió restos de una mujer adulta y elementos que refuerzan nociones acerca de prácticas funerarias prehispánicas.
(www.neomundo.com.ar) A 2400 metros de altura sobre el nivel del mar, en el centro de la Quebrada de Humahuaca está el Pucará de Tilcara. Se trata de estructuras arqueológicas de un pueblo prehispánico donde un equipo de investigadores liderado por la Dra. Clarisa Otero, investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Ecorregiones Andinas (INECOA, CONICET-UNJu), acaba de encontrar el esqueleto de una mujer que aparentemente tuvo un destacado prestigio social durante la dominación incaica de la región.
Sus restos estaban colocados en posición genuflexa, junto a diversidad de piezas cerámicas, huesos de animales, cuentas de collar, placas de metal, un tubo de hueso que pudo ser parte de un instrumento musical o para inhalar alucinógenos,y también pigmentos, bloques de pedernal, y dos morteros con adherencias de mineral de cobre y hematita.
“Este hallazgo refuerza las nociones que teníamos acerca de las prácticas funerarias prehispánicas, pero a su vez brinda nueva información. Por un lado, la ausencia de una estructura para contener el cadáver y la presencia de fauna cadavérica que demuestra que la mujer estuvo parcial o completamente expuesta, revelan que su exposición fue intencional y su descomposición transcurrió in situ. Esto implica que una vez que fue depositado el cuerpo en el patio, no se lo movió”, explica Otero.
Sin embargo, los especialistas sostienen que se manipularon parte de sus restos ya que, si bien al esqueleto no se lo encontró desarticulado, faltaba su tibia derecha.
En otros contextos del Pucará, también detectaron evidencias de la separación de partes esqueletales y hasta la formatización de algunos huesos para utilizarlos como instrumentos para inhalar alucinógenos.
PRACTICAS
La manipulación de los restos humanos fue una práctica común en los Andes y respondía a creencias religiosas, que en algunas comunidades perduran hasta el presente. En la concepción andina sobre la muerte, los difuntos continuaban presentes en la vida cotidiana e incluso participaban activamente en los rituales para la toma de decisiones políticas. Los ancestros eran los responsables de generar el bienestar de las personas y propiciar la fertilidad.
En situaciones de conflicto, particularmente durante la conquista española, el culto a los ancestros cobró nuevas fuerzas ya que se creía que los antepasados eran quienes podían brindar protección. El caso de la mujer de Tilcara podría responder a estas creencias ya que los fechados arrojan resultados que sitúan cronológicamente su deceso entre fines de la dominación incaica y el período hispano-indígena, es decir el momento previo a que el español ocupe efectivamente la Quebrada de Humahuaca a fines del siglo XVI d.C, pero durante el cual el Imperio Incaico colapsa.
Es posible que esta mujer estuviera expuesta como un ancestro para procurar la supervivencia y recibir asistencia ante distintas inclemencias.
Por su destacado ornamento posiblemente tuvo un rol importante dentro de la sociedad. “Si bien sabemos que sus primeros años de vida no transcurrieron en la Quebrada, debido al tipo de ofrendas que recibió y la ubicación donde fue colocado su cuerpo, su papel hacia el interior de la comunidad no debió ser menor. Esta mujer quizás formó parte de un grupo de elite oriundo de otra región del Tawantinsuyu, que pudo trasladarse y asentarse en la Quebrada buscando refugio ante la embestida española”, sostiene la investigadora.
Esta región fue uno de los pocos territorios del NOA que no sufrió una inmediata colonización ya que los pueblos quebradeños resistieron por más de seis décadas la intromisión europea. En este contexto histórico, la figura y presencia de esta mujer en un patio elevado del Pucará, visible desde diferentes puntos, pudo servir para crear y sostener vínculos identitarios que permitieran acentuar la memoria colectiva y las tradiciones incaicas ante la inminente llegada del español.
Para precisar la antigüedad del hallazgo, la edad de la mujer, su estado de salud, saber que ella nació en un lugar distinto al que murió, realizar mediciones antropométricas del cráneo, y analizar su fauna cadavérica se realizaron distintos estudios. También SE analizaron los bloques de roca que estaban junto a las extremidades de la mujer, un análisis superficial de la placa metálica, como así también de muestras zooarqueológicas y polen.
No solo se pudo determinar que la mujer nació y creció en otra región, distinta a la Quebrada, sino que parte de sus ofrendas mortuorias también procedían de otros ambientes, tales como las cuentas collar de atacamita, algunas piezas cerámicas, las plantas de la familia del Lauraceae, el lagarto, y quizás el cuis. La presencia de estos animales no es menor, ya que tenían un alto valor simbólico en los ritos curativos y propiciatorios de fertilidad. Por otro lado, resultaron fundamentales los datos que se aportaron desde la entomología forense, para reconocer el tipo de tratamiento mortuorio que se dio al cuerpo, con la intención de exponerlo para ser contemplado colectivamente.
LA IMPORTANCIA DEL PUCARÁ DE TILCARA
Ubicado en el corazón de la Quebrada de Humahuaca, el Pucará es uno de los poblados prehispánicos de mayor extensión del norte argentino. Los inicios de su emplazamiento datan entre el siglo XII y XIII d.C. El momento de mayor densidad poblacional y ampliación de su traza edilicia se produjo durante la dominación incaica de la Quebrada (Siglo XIV al XVI d.C.). A partir de la anexión de esta región al Tawantinsuyu, el Pucará se consolidó como la capital de la provincia incaica: la wamani de Humahuaca. A lo largo de sus 18 has. se remodelaron y construyeron numerosas estructuras habitacionales, patios de trabajo artesanal, edificios ceremoniales, espacios de entierro y senderos que los conectaban. El rol del Pucará en la Quebrada fue de gran relevancia, no solo como uno de los centros administrativos y políticos del Imperio. Hasta el momento se contabilizaron más de cincuenta talleres en los que se producían artesanías de metal y roca, de manera especializada. Al parecer estas artesanías de uso suntuario, particularmente las confeccionadas en alabastro, ónix y travertino, eran llevadas a otras provincias incaicas. Incluso, algunos objetos hallados en el Pucará de Tilcara presentan similitudes con adornos encontrados en el Cuzco y Machu Picchu. Estas similitudes demuestran el interés que tuvo el Estado en generar en la Quebrada, a más de 1700 km de la capital del Imperio, un centro productivo de gran especialización, quizás por la disponibilidad de fuentes de materias primas en la zona y por la destreza de las poblaciones locales quienes debieron adquirir nuevas formas de trabajo artesanal. (Fuente: Sergio Patrone Firma Paz/Facundo López Fraga/ CONICET)