Una empresa láctea acaba de lanzar una nueva línea de yogures. Esta noticia no tendría nada de particular fuera del puro marketing, salvo por un detalle: el flamante producto incorpora en su formulación la cepa probiótica de una bacteria láctica que tiene una propiedad muy particular: tras años de comprobaciones de laboratorio, estudios en animales y pruebas hechas a más de trescientos chicos, los investigadores del Conicet lograron demostrar que el consumo regular de esta bacteria contribuye a optimizar el sistema inmune. Por lo tanto, ingerirla ayuda a prevenir, o a afrontar en mejor estado de salud, diversas infecciones respiratorias e intestinales.
La doctora María Pía Taranto –coordinadora del grupo de trabajo del Centro de Referencia para Lactobacilos (CeReLa), un instituto del Conicet que funciona en la ciudad de Tucumán– explicó que “hace ya más de dos décadas que venimos estudiando las propiedades de la bacteria Lactobacillus rhamnosus (CRL1505). Y en diversas investigaciones fuimos probando que esta cepa es capaz de estimular las defensas, aumentando la respuesta inmune tanto local como sistémica”. En otras palabras, consumir esta bacteria en forma y cantidades adecuadas le permite al organismo mejorar sus condiciones inmunológicas a la hora de prevenir o afrontar infecciones respiratorias e intestinales generadas por virus o bacterias.
Como en todo el mundo hay una competencia permanente por parte de las empresas para desarrollar nuevos alimentos funcionales que –aparte de nutrir– hagan otros aportes, el Conicet negoció una transferencia de su tecnología que resultó en el lanzamiento, por parte de la compañía Danone, de su nueva línea de yogures “probióticos”, que contienen la Lactobacillus rhamnosus, caracterizada por el CeReLa.
Tras la presentación oficial, Taranto le detalló a este medio que, “antes de poder firmar estas licencias y para contar con las aprobaciones de los organismos regulatorios, hicimos estudios preclínicos y en animales para demostrar la seguridad del producto y también sobre su eficiencia probiótica. De todo esto, sin dudas el más importante fue un estudio clínico publicado hace ya varios años y que nos tomó seis meses completar. Durante ese lapso se siguió en detalle la salud de 300 chicos de entre 3 y 5 años en un formato de ensayo clínico, aleatorio y a doble ciego”.
Para hacer las comprobaciones, a la mitad de estos chicos se le proveyó de yogur común y a la otra mitad, del probiótico, con la adición de la cepa CRL1505, a razón de tres porciones semanales. Al finalizar la investigación se les hizo a todos los participantes ciertas determinaciones inmunológicas analizando, por ejemplo. los niveles de inmunoglobublina IgA, que llegó a aumentar en un 40%. Así, probaron la eficacia de la cepa para estimular la respuesta inmune.
Pero además tuvieron otro resultado muy concreto: “Vimos que los que recibieron nuestro probiótico en forma regular tuvieron mayor resistencia a contraer enfermedades infecciosas respiratorias e intestinales”, resumió Taranto. Y detalló: “Tras seis meses el 70% de los chicos que consumían el yogur común informaron haber pasado alguna infección. En cambio, en el grupo de quienes tomaban el producto con la CRL1505, solo el 38% informó alguna de las patologías usuales que aquejan a este grupo etario”.
La investigadora del Conicet concluyó afirmando que “la incorporación de la cepa CRL1505 a la línea de productos lácteos de una empresa grande de la industria nos va a permitir poner a disposición de la sociedad una nueva línea de alimentos tradicionales saludables, pero con el valor de tener científicamente comprobado que optimizan la inmunidad”.
Enrique Garabetyan
Cepa probiótica
◆ Una empresa láctea presentó una nueva línea de yogures que aportan un producto probiótico desarrollado por el Conicet.
◆ El producto incorpora en su formulación la cepa probiótica de una bacteria láctica.
◆ El consumo regular de estabacteria mejora el sistema inmune de las personas.