- ¿Qué se sabe sobre las estructuras cerebrales de los magnicidas y asesinos seriales?
- Según un neurocientífico de la Universidad de Nueva México, estas personas tienen alteraciones en las estructuras cerebrales, asociadas al procesamiento de emociones, a la toma de decisiones y al control de sus impulsos.
Atentados a reyes, presidentes y líderes políticos abundan en la historia. Lo que no hay –por la propia lógica de estos delitos– son estudios científicos que indaguen demasiado sobre lo que piensan, sienten o caracteriza este tipo de asesinos. Sin embargo en la última década, apoyándose en tecnologías de imágenes que permiten mapear el tamaño y la actividad de distintas áreas y redes cerebrales comenzó a forjarse una rama novel de la neurociencia que busca indagar la mente de magnicidas, asesinos seriales y violadores para intentar de-sentrañar sus motivaciones, ideas y perfiles.
Kent Kiehl es un neurocientífico de la Universidad de Nuevo México especializado en el análisis de imágenes cerebrales para tratar de entender enfermedades mentales, relacionadas con la psicopatía y la criminalidad. Para sus estudios lleva hechos más de 4 mil tomografías y resonancias a reclusos de Estados Unidos. Y en diversos papers, junto con su equipo, han logrado identificar anormalidades llamativas en el cerebro de estas personas, midiendo su actividad neurológica y el tamaño de diversas regiones del cerebro. Según Kiehl estas personas tienen alteraciones en las estructuras cerebrales asociadas al procesamiento de emociones, a la toma de decisiones y al control de sus impulsos.
En un estudio publicado en la revista científica Brain Imaging and Behavior en el 2019 analizó las imágenes cerebrales de 203 hombres, adultos, encarcelados por homicidio y las comparó con la de otros seiscientos delincuentes presos por delitos menores. En sus conclusiones encontró que los homicidas tenían entre un 5% y un 10% menos de materia gris y de redes neuronales activas en el sistema límbico del cerebro, especialmente en las estructuras asociadas con el control de la conducta y con las interacciones sociales.
Por su parte Harold Koenigsberg, un psiquiatra que trabaja en la Icahn School of Medicine de los hospitales Mount Sinai, explicó en una entrevista que “la violencia homicida puede ser dividida en dos categorías: impulsiva e instrumental. La primera nace de la falta de control de una emoción o de una sobre-reacción a algo puntual. Y a ésta se la asocia con un funcionamiento deficiente del lóbulo frontal y un nivel de serotonina (un neurotransmisor) alterado. En cambio, la violencia instrumental se la liga con las acciones premeditadas y –a nivel cerebral– se la relaciona con otras problemáticas cerebrales como una baja activación de la región de la amígdala durante el procesamiento de las emociones”. Por lo tanto, según este experto, la biología subyacente en estas dos formas de violencia son diferentes.
Pefilaje de un magnicida
Otro de los escasos estudios sobre este tema es el que publicaron en la revista especializada Journal of Forensic Sciences, en el año 1999, dos expertos: el psicólogo forense Robert Fein, y Bryan Vossekuil, agente del Servicio Secreto de EE.UU. (el organismo de seguridad encargado de proteger a los líderes políticos de ese país). Ambos codirigieron uno de los trabajos más completos en este tema. Y para eso analizaron la vida y obra de 83 personas que atacaron, o intentaron atacar, a figuras públicas de ese país. Y llegaron a conclusiones tales como:
- El 86% fueron varones blancos.
- El 61% había sido evaluado o tratado por algún problema mental.
- El 41% tuvo algún signo relacionado con el suicidio.
- El 39% mostró alguna historia de abuso de sustancias.
- El 97% tenía alguna historia de resentimiento o lamento fuertemente expresada en público.
- Ninguno había hecho amenazas directas a la persona a la que finalmente atacó.
No fueron esas los únicos resultados relevantes. Además, alrededor de la mitad eran solteros; la mayoría no tenía hijos y algunos expresaron remordimiento por lo que habían hecho. Según los autores, debido a que muchos tenían impulsos suicidas dijeron sentir que no tenían nada que perder.
Finalmente, la socióloga Katherine van Wormer publicó un ensayo en la revista Psychology Today donde escribió que “un aspecto de los magnicidios que a veces se olvida es el efecto ‘contagio‘. La investigación social alrededor de asesinatos seriales y magnicidios muestra que son fenómenos que tienden a darse en ‘clusters’.”
O sea que muchas veces los atentados funcionan como una fuente de inspiración para la ocurrencia de otros eventos similares.