- Investigadores del Conicet y del Museo Histórico Nacional desarrollaron un material innovador para ser usado en restauraciones.
- Se trata de papeles muy transparentes y resistentes gracias a que están hechos en base a nanocelulosa de origen bacteriano.
- Los expertos en conservación los utilizan para frenar el deterioro de cartas y documentos comerciales escritos por familias patricias de Buenos Aires a fines del siglo XVIII.
Un equipo interdisciplinario de científicos argentinos está avanzando con una importante innovación en materia de conservación de documentos históricos. Se trata del desarrollo de papeles especiales que se usan para restaurar libros y documentos centenarios, usando el trabajo de bacterias que elaboran nanocelulosa de alta calidad.
“El avance lo fuimos haciendo cuando estábamos restaurando una importante colección de 34 libros copiadores que tenemos en el acervo del Museo Histórico Nacional (MHN), contó la doctora Ana Morales, experta dedicada a la conservación y restauración de obras de arte. Y agregó: “esa colección –cuyos tomo más antiguo es de 1773 y el más reciente de 1827– refleja la actividad comercial de tres familias poderosas, que dominaban la actividad comercial de la época. O sea que resume cinco décadas de información clave para estudiar ese período”.
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Los expertos detallan que “los libros son ejemplares con tapa gruesa de grandes cuadernos donde un escriba hacía copias –a mano claro– de cartas personales, documentos comerciales, propuestas de negocios, facturas, encargos y recibos de ventas de esas familias y sus negocios con España, Chile y otros mercados”. O sea, que analizando esos los historiadores pueden acceder a archivos de altísima calidad sobre de la realidad cotidiana de la época. “Es una colección muy importante porque da cuenta de la actividad comercial de tres familias poderosas, que dominaban el comercio de esas décadas en el Río de la Plata”, resumió Morales.
Libros deteriorados
Pese a la buena calidad del material original, 250 años no pasan en vano. “Varios de los libros de la colección tienen una cantidad de hojas deterioradas, con cortes y pedazos faltantes. Por eso los restauramos, reparando en forma artesanal las roturas y haciéndoles injertos con pedazos de papeles especiales que completan los faltantes”, explicó Morales, que –curiosamente– tuvo formación médica, pero cambió esa vocación por el cuidado del arte antiguo.
“Hasta ahora, para esos arreglos los conservadores recurríamos a materiales especiales, como el denominado “papel Japón“, un insumo que se compra en el exterior y se usa como materia prima para restaurar y conservar libros antiguos”. Básicamente es un papel, de cierta transparencia que se fija sobre las hojas originales del libro a restaurar y sirve para estabilizarlas y evitar que se sigan rompiendo.
Así, los libros pueden seguir usándose con cuidado e, incluso, es posible escanearlos en alta calidad para digitalizarlos y ponerlos online”. Y allí entra la otra parte del desarrollo local. “Hace un par de años comenzamos a poner a punto un nuevo material para restauración. Se trata de un nanopapel, que se fabrica en base a fibras de nanocelulosa, que produce una colonia de bacterias“, contó la ingeniera química, e investigadora del Conicet María Laura Foresti. Y la experta, que trabaja en Instituto de Tecnología en Polímeros y Nanotecnología, detalló que este nuevo tipo de nanopapel, tiene varias ventajas importantes por sobre el insumo anterior. No es el único uso de nuevos polímeros. También aquí hay ejemplos de desarrollos tecnológicos locales en este sentido.
“Es mucho más transparente y resistente que el material (japonés) que usaban. Entonces tras ser intervenido con este nanopapel, el escrito original se puede visualizar mucho mejor y el libro restaurado aguanta mucho más. El producto se pega muy bien, usando adhesivos especiales, sobre la hoja antigua y dañada que se busca restaurar y estabilizar”.
Por otra parte, como lo fabrican en Argentina termina resultando mucho más económico que importar el insumo desde alguna nación de oriente. De hecho, cuando hicieron los números de costos, se dieron cuenta que el nanopapel nacional no solo era un producto mejor y más transparente, sino que resultaba entre 15 y 20 veces más económico que el equivalente comprado afuera, así que las instituciones que lo eligen pueden ahorrarse mucho dinero al restaurar obras antiguas.
Por otra parte, como el nanopapel “Made in Argentina“, fabricado en el laboratorio del Conicet es un insumo de calidad, resistencia y una transparencia cercana al 90%-, la idea de los responsables del desarrollo es producirlo en cantidad. Buscarán exportarlo a museos, institutos y expertos en restauración de América Latina y del mundo que requieran estos insumos específicos.
Literalmente un papel “de trapo”
Un detalle interesante es que estos libros están hechos de papel llamado “de trapo“. No es una metáfora sino que en aquella época el papel aún no se fabricaba en base a la pasta de celulosa obtenida de los árboles y la industria maderera.
“El papel se hacía en base a celulosa y los fabricantes la obtenían procesando fibras de algodón que se obtenían de telas y trapos de algodón. Tras un largo proceso se convertía en un papel de muy buena calidad”, contó el investigador Cristián López Rey, parte del equipo de desarrollo de este trabajo.
Y agregó un detalle: “las hojas de los libros de esta colección son de alta calidad y todavía tienen visibles sus filigranas y marcas de agua. Así pudimos rastrear a los fabricantes y determinar que eran papeles hechos en talleres de Holanda y de España, fabricados en base a telas (trapos) de algodón hasta obtener hojas blancas y firmes. Es un material muy noble y estable y permitió que muchos de estos libros sigan siendo legibles y los historiadores puedan seguir extrayendo mucha información”.