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Depresión y bacterias intestinales, dos estudios confirman la relación

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Importancia. "Es la primera prueba real de cómo los químicos de un microbio podrían afectar el estado de ánimo en los humanos", asegura John Cryan, neurocientífico de la University College Cork en Irlanda.

Por Andrea Gentil

Hasta hace apenas un par de décadas afirmar que la flora microbiana que una persona tiene en su intestino influyen en la salud mental y general, sonaba arriesgado. Ahora, un estudio de dos grandes grupos de europeos, publicado en la prestigiosa Nature Microbiology informa que las personas que sufren de depresión carecen de varias especies de bacterias intestinales. Los investigadores no pueden decir si la ausencia es una causa o un efecto de la enfermedad, pero mostraron que muchos de esos microorganismos podrían producir sustancias que afectan la función de las células nerviosas y, allí entonces, tal vez influir sobre el estado del ánimo.

Es la primera prueba real de cómo los químicos de un microbio podrían afectar el estado de ánimo en los humanos“, asegura John Cryan, neurocientífico de la University College Cork en Irlanda, uno de los defensores de la hipótesis que defiende la existencia de una conexión microbiano-cerebral. Las intervenciones basadas en el microbioma intestinal ahora están bajo investigación: la Universidad de Basilea en Suiza, por ejemplo, está planeando un ensayo de trasplantes fecales, que pueden restaurar o alterar el microbioma intestinal, en personas deprimidas.

Varios estudios en ratones ya venían indicando que los microbios intestinales pueden afectar el comportamiento, y pequeños estudios hechos con seres humanos sugieren que este repertorio microbiano está alterado en la depresión. Para probar la relación dentro de grupos más numerosos, Jeroen Raes, microbiólogo de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica, estudió con sus colegas a 1.054 belgas reclutados para evaluar un microbioma “normal”. Algunos en el grupo (173 en total) ya habían sido diagnosticados con depresión o se habían desempeñado mal en una encuesta de calidad de vida, y el equipo comparó sus microbiomas con los otros participantes.

Los investigadores hallaron que dos tipos de microbios, Coprococcus y Dialister, faltaban en los microbiomas de las personas con depresión, pero no en aquellas con una alta calidad de vida. El hallazgo se mantuvo cuando los investigadores tomaron en cuenta factores como la edad, el sexo o el uso de antidepresivos, todos los cuales influyen en el microbioma.


De acuerdo con los estudios, también se pudo comprobar que las personas deprimidas tenían un aumento en las bacterias implicadas en la enfermedad de Crohn, lo que sugiere que la inflamación puede ser la causa.

Los resultados del microbioma en una población a menudo no se mantienen en otra. Pero cuando el equipo examinó los datos de otro grupo (1.064 personas holandesas cuyos microbiomas también habían sido muestreados) descubrieron que las mismas dos especies faltaban entre las personas con depresión, y también faltaban en siete voluntarios que padecían depresión clínica grave. Raes reconoce que los datos no prueban causalidad, pero opina que son “una observación independiente respaldada por tres grupos de personas”.

Un estudio de dos grandes grupos de europeos, publicado en la prestigiosa Nature Microbiology informa que las personas que sufren de depresión carecen de varias especies de bacterias intestinales.

Al buscar algo que pudiera vincular a los microbios con el estado de ánimo, Raes y sus colegas compilaron una lista de 56 sustancias importantes para la función adecuada del sistema nervioso que los microbios intestinales producen o descomponen. Encontraron, por ejemplo, que Coprococcus parece tener una vía relacionada con la dopamina, una señal cerebral clave relacionada con la depresión, aunque no tienen pruebas de cómo esto podría protegerla contra la depresión. El mismo microbio también produce una sustancia antiinflamatoria llamada butirato, y el aumento de la inflamación está implicado en la depresión.

Vincular la ausencia de las bacterias a la depresión “tiene sentido fisiológicamente”, dice Sara Campbell, fisióloga de la Universidad de Rutgers en New Brunswick, Nueva Jersey. Sin embargo, nadie sabe cómo los compuestos microbianos producidos en el intestino pueden influir en el cerebro. Un canal posible es el nervio vago, que une el intestino y el cerebro.

Resolver la conexión microbiano-cerebral “podría conducir a terapias novedosas”, sugiere Raes. De hecho, algunos médicos y laboratorios ya están explorando probióticos típicos (suplementos bacterianos orales) para la depresión, aunque normalmente no incluyen los microbios intestinales faltantes identificados en el nuevo estudio. El neurocientífico clínico André Schmidt de la Universidad de Basilea inició un ensayo clínico en el que su equipo está evaluando la salud mental y la microbiota de 40 personas deprimidas antes y después de recibir un solo trasplante fecal.