- Científicos del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba estudiaron que pasaba con la lactancia en mujeres que consumían infusiones tales como café, té, mate y gaseosas cola.
- Los resultados positivos del mate y negativos del café.
Desde hace años hay evidencias que prueban que la costumbre de tomar mate genera múltiples beneficios saludables. Muchos pueden leerse en las publicaciones oficiales del Instituto Nacional de la Yerba Mate. A eso se le suma, ahora, los resultados de un reciente estudio realizado por investigadores del Conicet y la Universidad de Córdoba (UNC) que comprobaron que tomar mate promueve la lactancia.
El tema no es menor: las estadísticas indican que, en Argentina, se consumen 6,4 kilogramos de yerba mate por año y por persona. Además, una encuesta —realizada por la consultora Voices!— encontró que 8 de cada 10 argentinos afirman haber tomado mate en los pasados treinta días.
El trabajo final que realizaron científicos del Centro Inicsa del Conicet y de la Facultad de Medicina de la UNC se publicó en la revista científica “Human Nutrition and Metabolism“. Su “paper”, apuntó a repasar los efectos que causan diversas infusiones que se consumen durante el puerperio sobre el ánimo materno. Estas aportan componentes bioactivos, especialmente cafeína, que estimula al sistema nervioso central.
Los investigadores se concentraron en cuatro bebidas típicas con cafeína: gaseosas, té, café y mate. Y encontraron que el aporte del café tuvo efectos negativos que se notaron en un mayor insomnio, estrés, depresión y, por lo tanto, menor efectividad para la lactancia. El té también causó algo similar, pero en menor intensidad. En cambio el mate tuvo el efecto inverso.
Un buen estado de ánimo de la madre mejora la eficacia de dar la teta
“Nuestro grupo viene trabajando desde el 2013 en lactancia y salud materna. Y sabíamos que durante la pandemia había aumentado el consumo de diversas infusiones, entre ellas mate, té, café y gaseosas”, le contó a PERFIL el doctor Elio Andrés Soria, uno de los responsables de la investigación. Y por eso decidieron analizar si ese aumento afectaba de manera significativa a la lactancia, partiendo de la premisa que un buen estado de ánimo de la madre mejora la eficacia de dar la teta.
Soria explicó que lo primero que encontraron es que durante el aislamiento de la pandemia, se consumió más. “Las encuestas hechas sobre 619 mujeres postparturientas, mostraron que, por ejemplo en materia de consumo de mate, se aumentó de 908 mililitros diarios (algo menos de un litro) a 1458 mililitros (casi 1,5 litros). Y el consumo de café también se duplicó durante esos meses”.
El siguiente paso fue analizar que pasaba con la lactancia. “En términos generales comprobamos algunas cosas que eran casi obvias. Por ejemplo, el mayor consumo de café aumentaba el insomnio y el estrés. Y eso se asociaba con un peor estado de ánimo, ciertas dificultades de memoria y mayores dificultades de lactancia. El té dio resultados más “suaves”, pero similares. En cambio el mayor consumo de mate generó efectos opuestos: la ingesta de casi 1,5 litros de mate se asoció con una mejora en el estado de ánimo de las mujeres y de la memoria y la calidad de sueño. Eso parece aumentar la práctica y la eficacia de la lactancia. En cuanto al aporte de las gaseosas no fue significativo ya que en esta etapa de su vida las mujeres no mostraban consumos elevados de este tipo de bebidas. El trabajo relevó que las madres consumían apenas 51 mililitros de gaseosa (entre un tercio y medio vaso) y sólo en forma esporádica.
Cuidados pero no prohibiciones
Más allá de las conclusiones que encontraron, los investigadores recalcan la precaución que debe primar en esta materia. “Creemos que no hay que prohibir nada sino concientizar. Es cierto que encontramos resultados positivos (respecto a la lactancia) para el mate, y negativos asociados a la mayor ingesta de café por su aporte de cafeína”, recalcó Soria. “Pero cada mujer debe evaluar con su médico cuánto tomar o si dejar de consumir cada infusión, tras analizar en detalle –por ejemplo– su calidad de sueño o situación de insomnio”.
“Creemos que no hay que prohibir nada sino concientizar.
El investigador también recordó que hay mitos antiguos y, a veces, contradictorios; que aún ‘sobreviven’ sobre mate y lactancia: algunos médicos recomiendan aumentar el consumo ya que favorecería la producción de leche y otros sugieren que las madres recientes no consuman más mate por el aporte extra de cafeína. “Pero, otra vez, no hay evidencias que demuestren que ese tipo de consumo es algo negativo”, concluyó. Y esa es una de las razones por las que encaramos este tipo de investigaciones”.
Para los próximos trabajos el grupo planea determinar si el consumo de mate afecta otros elementos asociados a la lactancia como, por ejemplo, si aparecen cambios en materia de respuesta inmunológica.
Los mitos del mate
El consumo de diversos tipos de infusiones hechas a partir de Ilex paraguariensis (yerba mate), tanto en su forma de “cebado” o como “cocido” (mate cocido) ha estado rodeada de mitos y dudas sobre su potencialidad saludable o elementos negativos que podría aportar a la salud humana, especialmente en los primeros meses de la maternidad.
En otro estudio, el grupo del Inicsa analizó en detalle la leche materna de 279 mujeres durante los primeros seis meses de postparto, buscando indicios que la relacionaran con el consumo de mate. Lo que encontraron es que este aportaba moléculas denominadas “polifenoles” que tienen efectos antioxidantes y neuroprotectores saludables. También probaron que la composición de los macronutrientes lácteos de la leche materna (glucosa, proteínas, triglicéridos, etc) no estaban se afectados por la ingesta normal de yerba mate. El trabajo científico concluyó que “consumir mate no se ve traducido en pérdida de nutrientes ni en el aumento de la oxidación de la leche, ni genera alteraciones del tipo inflamatorias o enzimáticas en el líquido. Tampoco se encontraron cambios significativos en el peso materno”.
En otras palabras, las investigaciones mostraron que tomar infusiones de yerba mate tras el nacimiento del bebé, y durante el amamantamiento, es una práctica alimentaria “segura”, dentro de lo que se considera un consumo moderado de esta bebida.