En tiempos de ciberacoso y vínculos fragmentados, un videojuego logró estimular valores solidarios. “Little Hero” fue jugado por más de 300 niños de 9 a 11 años, de Argentina y Uruguay, y se comprobó que mejoraba el bienestar emocional y estimulaba la solidaridad. ¿A qué edad “dar” el primer celular a los chicos?
En general, los videojuegos suelen tener mala prensa, al menos en el mundo adulto. Se los responsabiliza, a veces sin demasiada evidencia, de generar hábitos nocivos o situaciones agresivas. Pero de lo que sí hay pruebas certeras es de lo contrario: jugar un videojuego diseñado en “positivo” puede enseñarle a niños de entre 9 y 11 años a ser más empáticos, agradecidos y solidarios.
“Sabíamos que los chicos son grandes usuarios de videojuegos. Y también que en buena parte de estos las actividades suelen contener situaciones agresivas o destructivas. Entonces se nos ocurrió usar esa modalidad, pero orientada a desarrollar valores positivos”, le contó a Neomundo Belén Mesurado, directora de la carrera de Psicología en la Universidad Austral e investigadora independiente del CONICET con sede de trabajo en el Instituto de Filosofía de esa entidad académica.
“Entre todos armamos este producto, Little Hero, que tiene la función de entretener, con el formato al que ellos están acostumbrados, pero apuntado a dos cosas: hacer tecnología para reforzar valores positivos, pero que también sirva como “protector” de estímulos similares de videojuegos más violentos”, explicó Mesurado.
La historia es simple: los protagonistas son tres niños que van a un campamento y en ese viaje tienen que completar, enfrentar problemas y desafíos. Todos estos se resuelven ejercitando la empatía y siendo solidarios, agradecidos y experimentando emociones positivas. Pueden tener que contestar preguntas, o identificar situaciones y escribir cartas a otros jugadores explicando distintas emociones o agradecimientos a otras personas. El juego también incluye canciones y minicuentos.

Los desarrolladores lo pensaron para ser jugado, en forma online y gratuita, desde una computadora o un smartphone, pero siempre en modalidad controlada, como -por ejemplo- el aula de una escuela, donde el docente, o los padres, también intervienen en el transcurso de la partida. Justamente para poder aprovecharlo, los “conductores” deben recibir una minicapacitación junto con el Usuario y la Clave para acceder.
Hasta ahora ya lo testearon con más de tres mil jugadores, desde diferentes escuelas. “Y los resultados fueron más que positivos”, según aseguran los responsables que midieron específicamente los resultados. Para eso hicieron tests y entrevistas para comparar grupos de chicos que completaron el juego con otros chicos de la misma edad que no participaron del programa.
“La conclusión fue sólida: los que hicieron este juego manifestaron mayores niveles de serenidad y de emociones positivas. Otro punto fue que tenían mayores niveles de alegría y satisfacción personal. Incluso probamos que sentían mayores niveles de agradecimiento hacia los demás, eran más empáticos y más prosociales”, contó la psicóloga. Y esas “ganancias” conceptuales se mantenían aún tres meses después de haberlo jugado.

Belén Mesurado, directora de la carrera de Psicología en la Universidad Austral e investigadora independiente del CONICET.
Para seguir con esta saga, el equipo de desarrollo de la Austral ya está planificando una nueva saga de esta serie, que tratarán de editar en 2026, pero que estará orientada a prevenir situaciones de bullying en las escuelas.
“El gran desafío de la educación actual no es prohibir la tecnología, sino enseñar a usarla para construir vínculos más humanos. Los niños ya viven en un mundo digital; ayudarlos a crecer en ese entorno es una responsabilidad educativa y moral”, concluyó la experta.
La versión para hermanos mayores
“Little Hero” tiene antecedentes. Hace unos años, desde la misma Universidad ya habían desarrollado otro juego -bautizado “Héroes”- bajo premisas similares, diseñado para adolescentes de 12 a 15 años. En ese caso, los participantes del juego recorrían distintas “islas” virtuales dedicadas a la empatía, la gratitud o el perdón. Y eran guiados por un personaje tipo “sensei” o “maestro” que los acompañaba en el proceso.
Esta versión de “Héroes” fue implementada en varias escuelas y, durante la pasada pandemia, fue adaptada para ser usada en forma remota. En ese formato, el programa alcanzó a más de 200 adolescentes de Argentina y Uruguay. Y los resultados fueron alentadores: el 93% de los jóvenes que lo practicaron informaron en entrevistas de monitoreo posteriores, hechas por los desarrolladores, distintas mejoras en su estado emocional y en su capacidad de conectar con los demás. “Fue esa experiencia exitosa la que las bases conceptuales y metodológicas del flamante ‘Little Hero’, que busca estimular esas mismas virtudes morales y emocionales, pero en una etapa más temprana del desarrollo”, contó Mesurado.
Enrique Garabetyan
Columna de opinión:
¿A qué edad es recomendable darles un celular a los chicos?
Por Laura Krochik (*)

Laura Krochik, Especialista en crianza y vínculos, fundadora de la Asociación Civil Argentina de Puericultura.
Cada vez más padres se preguntan: ¿a qué edad conviene darle un celular a sus hijos? La respuesta no está en una cifra, sino en un momento emocional y vincular. Dar un celular no es solo entregar un objeto: es abrir una puerta al mundo, con todo lo que eso implica, lo bueno, lo malo y lo inmenso. Por eso, antes de pensar en cuántos años tiene un chico, hay que preguntarse cuánto puede sostener.
El primer indicador no es la edad, sino la autonomía. Si un chico todavía no se mueve solo, si depende de que lo llevemos y lo traigamos, tampoco necesita un celular. El dispositivo debería llegar cuando ya puede manejarse con cierto criterio en la vida real.
De hecho, si los niños aún necesitan supervisión constante para organizar sus tiempos o resolver pequeñas situaciones cotidianas, difícilmente puedan autorregular el uso de un aparato que lo expone a un universo sin límites.
Relevamiento escolar: sin smartphones aprenden mejor
Considero que “entregar” un celular se parece mucho a dar las llaves de un auto. Y nadie deja que un adolescente maneje solo sin haber practicado antes, sin acompañamiento ni normas claras. Con el celular pasa lo mismo: puede ser una herramienta maravillosa o un arma peligrosa si se usa sin conciencia.
La clave para este momento está en el acompañamiento progresivo, la presencia adulta y la conciencia del riesgo, más que en la prohibición o el control.
Por otra parte, no todos los celulares son iguales. Hoy un chico puede tener un teléfono sin acceso a internet ni redes sociales. Y sabemos que, en Europa, están volviendo los modelos simples, que solo permiten llamadas o mensajes. Eso es más que suficiente para comunicarse sin quedar expuesto a contenidos o presiones que todavía no puede sostener.
El uso del celular debería enmarcarse en un acuerdo familiar, no en un simple regalo. No hablamos de una lista de prohibiciones, sino de “fija” un contrato claro, donde ambas partes entienden los límites, los tiempos de pantalla y las consecuencias si se incumplen. Así, el celular deja de ser un territorio de lucha y se convierte en un espacio de confianza.
Finalmente, un punto especial: ¿qué hacer ante el argumento común: “ya lo tienen todos”, algo que -muchas veces- despierta culpa en los adultos? La respuesta es que educar no es seguir la corriente, sino poder sostener lo que consideramos correcto, aunque alrededor se haga otra cosa. Cuando los chicos sienten que los límites se sostienen por amor, no por miedo, se sienten cuidados.
(*) Especialista en crianza y vínculos, fundadora de la Asociación Civil Argentina de Puericultura





