- Expertos en infectología ponen énfasis en el distanciamiento y en las actividades hechas en espacios abiertos.
- Por qué ya no tiene sentido tomar la fiebre.
Apocas semanas del comienzo de clases las autoridades, padres y docentes discuten los detalles del futuro protocolo que regirá en las escuelas. ¿Barbijos para chicos? ¿Tomar la fiebre a la entrada? ¿Vacuna obligatoria? Son apenas algunos de los temas que están en pleno debate en estos días en los diferentes distritos escolares. Pediatras e infectólogos recomiendan una serie de precauciones pero, claramente, ya no las mismas que rigieron la “vuelta” a clase del 2021.
A mediados del año pasado la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) editó un libro sobre la pandemia con un extenso capítulo dedicado a la prevención en la escuela. Desde ese momento, hasta hoy llegaron nuevas variantes del SARS-CoV-2, aparecieron tratamientos y –aunque no exenta de discusiones y grieta– se generalizó el uso de vacunas pediátricas contra el covid a partir de los tres años. Consultamos nsultó especialistas para que “actualizaran” las recomendaciones de la vuelta a clase, en base a la evidencia sobre lo que hoy la ciencia sabe acerca de este virus.
“Si bien algunos de los paradigmas de prevención han cambiado, las medidas básicas siguen siendo las mismas: uso de tapaboca, ventilación de espacios cerrados y distanciamiento de 1,5 metros entre personas. Esto sigue vigente, especialmente ante una variante como ómicron que es más contagiosa que las anteriores”, dijo la doctora Analía De Cristófano, coordinadora de la Comisión de Pediatría de la SADI y jefa de infectología pediátrica en el Hospital Italiano. “Si cambió el concepto de aislamiento de burbujas que hoy es impracticable. Y lo mismo el aislamiento de contactos estrechos. La recomendación de aislarse por siete días para vacunados y diez para no vacunados, solo está vigente para los casos positivos”, explicó.
“Hoy la medida más importante para tener un regreso a clases seguro, es la vacunación de alumnos, docentes y no docentes. Incluso en algunos lugares se habla de llevar las vacunas a los propios colegios, cosa que me parece recomendable”, le dijo a este diario el doctor Martín Hojman, integrante de la SADI. Y agregó: “lo otro que se debería potenciar es adecuar la infraestructura escolar para la realización de actividades en los patios al aire libre y asegurar que aulas y espacios bajo techo tengan ventilación cruzada adecuada porque todavía hay colegios que tienen poca aireación o un baño cerrado y compartido por cincuenta alumnos”, sumó este experto que también es jefe de infectología en la Clínica de los Virreyes y del Hospital Rivadavia. “Además, detalló, se puede recurrir a horarios secuenciales para los recreos por curso o para la entrada y salida, de manera de facilitar el distanciamiento entre los chicos en esos momentos ‘pico’”.
Entre algunas de las cosas que ya pueden ir quedando en el pasado están los controles diarios de temperatura. “La evidencia muestra que hacer un screening de personas en base a la toma de la fiebre de cada alumno, docente o directivo no resultó útil para la prevención”, dijo De Cristófano. Y Hojman agregó que “en general medir la temperatura no nos ha servido para detectar casos. Sí es útil el interrogatorio y la concientización sobre la presencia de síntomas para poder lanzar una alarma temprana desde el colegio”. Algo parecido ocurre con los famosos acrílicos que adornan las ventanillas de atención al público. Si bien su uso está generalizado, su aporte real es nulo ya que, supuestamente, evitarían contagios por contacto, situación de lo que prácticamente no hay registro médico.
Actos abiertos
¿Qué pasa con los actos escolares? Ante la situación epidemiológica actual y lo que ocurre en otros ámbitos, insistir con el aforo presencial no parece sostenible. “Los aforos en general se están liberando. Y si bien la precaución ante esta pandemia que no terminó indica evitar convocatorias multitudinarias, lo importante es que esas reuniones de alumnos con maestros y familiares se hagan en zonas abiertas de la escuela. Además de que todos los concurrentes usen el cubre boca-nariz en forma correcta”, propuso De Cristófano.
Finalmente, ambos profesionales recomiendan recurrir al uso de medidores de CO2. “Son útiles si se usan en las aulas a lo largo del día para chequear que la ventilación es la adecuada”.
En definitiva, tendremos que seguir atentos y flexibles para aprender nuevas reglas y desaprender otras ya perimidas.
Barbijos: el debate sin fin
El uso de barbijos, especialmente en los primeros años de escolarización es debatido. Para Hojman y De Cristófano, los chidos deben usarlo en la escuela el máximo tiempo posible. “Sigue siendo una clave de prevención y deberían llevarlo puesto todos los chicos que están maduros como para poder sacárselo solos en caso de necesidad. Eso, en la mayoría de los casos, es a partir de los dos años de edad. Nosotros en el hospital tenemos niños con patologías oncológicas que usan su barbijo a partir de un año”, explicó De Cristófano. Pero la experta agrega que “deberían ser de la mejor calidad, posible, siempre de telas respirables, para que realmente funcionen como filtro. Los quirúrgicos descartables, bien colocados sobre la cara, tapando boca y nariz, son una base aceptable para los chicos”. Hojman sumó: “creo que aún es necesario que se lleve el barbijo puesto el mayor tiempo posible durante la jornada escolar. Pero sabemos que es difícil especialmente en los más chiquitos. Por eso hay que combinarlo con el distanciamiento, evitando los “amuchamientos”. La pediatra Raquel Piazza recordó que “el barbijo se recomienda a partir de los tres años. Y su colocación y retiro debe estar supervisado por un adulto”.